Papás y mamás, ¡Cuidado con las palabras!
Autor: Psicóloga clínica Karynna Pérez
Benavente (Escrito para medio Sonríe Mamá).
Cuando hablamos, no sólo compartimos un mensaje, sino también un contenido emocional que nuestro cerebro procesa como información relevante para ser almacenada en la memoria a largo plazo. El lenguaje es uno de los procesos cognitivos avanzados que va evolucionando y desarrollándose a lo largo de nuestro ciclo vital.
Requiere de estimulación, práctica, refuerzos y pausas. Nuestras figuras parentales (padres y/o cuidadores) son nuestros primeros referentes y modelos en la forma de interactuar con el entorno. Es así como aprendemos a modular nuestras emociones; expresar lo que pensamos y sentimos; pedir ayuda; buscar contención emocional y/o ser afectivos, tanto verbal como físicamente.
La huella del lenguaje en nuestras emociones y salud mental
Las palabras dejan huellas invisibles tanto en niños como adultos; éstas se transforman en recuerdos sonoros, visuales (de la gestualidad al hablar) y kinestésicos (asociados a caricias, besos, abrazos o golpes, etc). Reviven y resuenan en nuestra mente dejando memorias impregnadas de emociones. Hablar apropiadamente- amorosamente, respetuosamente y con las 3 T: tono, tino y tacto adecuados- propicia el desarrollo de un cerebro emocionalmente sano y cognitivamente estimulante, dispuesto a aprender permanentemente.
El lenguaje ha sido largamente estudiado mediante estudios transversales y longitudinales, demostrando que desde la lactancia hasta la adolescencia éste influye significativamente en el desarrollo y trastornos posteriores, lo cual redunda en dificultades en la comunicación (Fuente: Cohen. 2010).
Usar lenguaje para comunicar y generar puentes de diálogo
Disfrutemos alimentando la curiosidad, dialogando y compartiendo con nuestros hijos e hijas, así también cuando necesiten "ponerle nombre" a lo que les pasa, así será más fácil comprender y resolver de manera autónoma.
Esta capacidad de autoconocimiento se aprende tempranamente en la infancia con ayuda de nuestros padres y/o cuidadores. Por ello, la labor de ellos es ser facilitadores del aprendizaje de nuestros niños y niñas, inducir a su pensamiento reflexivo, aprender a evaluar los riesgos y sus consecuencias, dialogando y analizando las situaciones con ellas y ellos.
Para el cuidado de nuestras palabras frente a nuestros hijos, acá te dejo algunos datos:
1.- Mantén un lenguaje enriquecido y variado. Estimula a tu hija e hijo con distintos tipos de estímulos visuales, auditivos y kinestésicos.
2.- Regula tu tono de voz, timbre y entonación - es decir, lo referido a lenguaje no verbal - y paralingüístico.
3.- Háblale a tu hija e hijo en su nivel de comprensión, utilizando palabras que ellas y ellos comprendan, pero sin infantilizar los conceptos ni tampoco elevarlos.
4.- Establece contacto visual con tus hijos e hijas, de este modo captaras su atención y tu mensaje será más eficaz.
5.- Ayúdalos a reflexionar e invítalos a pensar cómo resolver determinados problemas como un ejercicio de estimulación mental y fortalecimiento de su autoestima.
6.- Evita responder por ellos. Dáles tiempo para ordenar sus ideas y expresarlas verbalmente.
7.- Estimula su creatividad, comprensión y vocabulario a través de la lectura de cuentos diariamente.
8.- Dialoga. Ello es aceptar la existencia de otro en su individualidad y particularidad, generando un puente donde podemos compartir y aprender mutuamente.
9.- Habla bien y escucha activamente. Sólo así se aprende de los modelos significativos. Recuerda eres la figura afectiva más importante para ellos.
10.- Enriquece la comunicación, fortalece tu seguridad personal, autoestima e inteligencia emocional.